Yo sabía que te ibas a ir algún día, pero nunca pensé que sería tan pronto.
Eras tan pequeñita, una lucecita tan bonita, una vidita tan frágil.
Nunca hiciste ningún truco fantástico, tu mejor truco era comer. Chillabas hasta tener un banquete de lechuga, y otras verduras verdes, en tu jaula.
Nunca olvidaré cuando te escapabas y corrías y saltabas como loca por la casa.
Nunca olvidaré esas veces que dormimos juntas calentitas en invierno, te ponías en mi cuello como una bufandita peludita y ahí estábamos mucho rato, hasta que despertabas y me despertabas luego a mí con tu pipí. Era un poco asquerosito pero me daba tanta risa, que hasta que te hicieras sobre mí echo de menos.
Eras una ratona tan especial, porque eras tan pesadita pero por sobre todo, porque eras igual a mí en versión cobayo.
Nunca pensé que después de cinco días de ausencia y volver a la casa, te me ibas a ir de mis brazos. Y es que es eso lo que más me hace emorcionarme cuando pienso en ti... Ay, hermosa mía, es que me esperaste! Cuando te tomé en brazos, sabía que algo andaba mal... tu guatita ya no era gordita, tus patitas no tenían fuerza, respirabas con dificultad y querías apoyar tu cabecita en mi hombro todo el tiempo. Te llevé a mi pieza, te acosté conmigo y te hice cariñito infinito, me despedí de ti... Te dije todo lo que quería decirte para que te fueras tranquilita, porque tu corazón era tan chiquitito que lo último que debía hacer era brindarte más y más amor. Te di mil besitos en tu nariz de ratona y en tu espaldita de ratona, te dejé conmigo toda la noche... Es que yo lo presentía y tenía que aferrarte a mí... Y desperté y estabas peor, tu corazoncito latía lento, te costaba más que nunca respirar y no pudiste comer ni beber agua, y yo sé que lo intentaste pero simplemente no podías. Y se me detuvo el corazón, de repente dejaste de respirar...
Gracias ratona pantuflita mía por esperarme, es que es lo mejor que una vidita tan hermosa me pudo haber echo en todos estos años de existencia.
Te extraño demasiado, bolita de pelos, hijita mía.
Eras tan pequeñita, una lucecita tan bonita, una vidita tan frágil.
Nunca hiciste ningún truco fantástico, tu mejor truco era comer. Chillabas hasta tener un banquete de lechuga, y otras verduras verdes, en tu jaula.
Nunca olvidaré cuando te escapabas y corrías y saltabas como loca por la casa.
Nunca olvidaré esas veces que dormimos juntas calentitas en invierno, te ponías en mi cuello como una bufandita peludita y ahí estábamos mucho rato, hasta que despertabas y me despertabas luego a mí con tu pipí. Era un poco asquerosito pero me daba tanta risa, que hasta que te hicieras sobre mí echo de menos.
Eras una ratona tan especial, porque eras tan pesadita pero por sobre todo, porque eras igual a mí en versión cobayo.
Nunca pensé que después de cinco días de ausencia y volver a la casa, te me ibas a ir de mis brazos. Y es que es eso lo que más me hace emorcionarme cuando pienso en ti... Ay, hermosa mía, es que me esperaste! Cuando te tomé en brazos, sabía que algo andaba mal... tu guatita ya no era gordita, tus patitas no tenían fuerza, respirabas con dificultad y querías apoyar tu cabecita en mi hombro todo el tiempo. Te llevé a mi pieza, te acosté conmigo y te hice cariñito infinito, me despedí de ti... Te dije todo lo que quería decirte para que te fueras tranquilita, porque tu corazón era tan chiquitito que lo último que debía hacer era brindarte más y más amor. Te di mil besitos en tu nariz de ratona y en tu espaldita de ratona, te dejé conmigo toda la noche... Es que yo lo presentía y tenía que aferrarte a mí... Y desperté y estabas peor, tu corazoncito latía lento, te costaba más que nunca respirar y no pudiste comer ni beber agua, y yo sé que lo intentaste pero simplemente no podías. Y se me detuvo el corazón, de repente dejaste de respirar...
Gracias ratona pantuflita mía por esperarme, es que es lo mejor que una vidita tan hermosa me pudo haber echo en todos estos años de existencia.
Te extraño demasiado, bolita de pelos, hijita mía.