lunes, 9 de abril de 2012

POR ALGO PASAN LAS COSAS.

Se detuvo un momento, miró sus zapatos, estaban desatados. Se agachó, suspiró y los amarró. Siguió su camino en dirección extranjera. Se miraba a cada rato su atuendo cuando pasaba al lado de alguna ventana o auto, daba la impresión de que quería devolverse de donde venía a cambiarse de ropa, pero no podía, iba con cierta prisa juzgando por su andar. Se revisó los bolsillos y sacó un papel con unas letras que formaban un par de palabras más unos cuatro o cinco números, llegó a la esquina de la calle por donde sus pasos acontecían. Había llegado. Allí dos entes sentados. Para su sorpresa, su sorpresa ya no fue sorpresa. Uno de ellos había roto la promesa con el actuar de su postura -en sus interiores meditó sobre la palabra promesa y ésta no era una pero el compromiso de por medio era casi una-. El ente venía de donde siempre venía pero se quedó donde no le correspondía, el otro ente sólo existía. Mas qué iba a hacer. Se subió la manga de su blusa y observó en su reloj cómo los siguientes segundos pasaban como horas... Además de darse cuenta que era temprano, muy temprano. No terminó los siete pasos que le faltaban de su trayecto, se devolvió (no sabe porqué). Corrió, llegó al punto de partida y se cambió de ropa (no se pudo cambiar los recuerdos).
Volvió a realizar el mismo trayecto, llegó a la misma esquina. El primer ente no se encontraba en compañía. Entonces acabó los siete pasos... Un abrazo a medias, nada más. Y fue cuando se acordó del papel que llevaba en los bolsillos y que no trajo por el cambio de vestir, y pensó: Bueno, por algo pasan las cosas... La ropa, la hora, la promesa, la persona, todo estuvo equivocado... ¡Menos mal!


VOLVER SOLA.


El niño mirando el mar sobre una risco estaba con su tambor, lo observaba con mucha dedicación tocando con sus manos su baqueta. Después de un rato se colgó del cuello su tambor y marchó. Alejándose del mar, caminó y caminó.
En el camino con varios niños diferentes se encontró e incorporó, primero en las rocas unas niñas con máscaras de animales vió, luego en los ríos niños saltando invitó y después en el pasto otros más acercó.
El trayecto venía siendo agotador, todos los niños descansar deseaban y de repente un niño de sombrero durmiendo entre piedras halló. Todos los niños junto a él, hasta el otro día, en silencio se durmieron.
El sol apareció y los niños el paso retomaron. Con el risco del principio se toparon, el niño tocó el tambor con entusiasmo y en un suspiro aceleraron. En la punta todos saltaron y para su sorpresa, todos volaron. A excepción por el niño del sombrero que al momento en que saltó quiso seguir durmiendo y ahogarse en muchos sueños.

martes, 3 de abril de 2012

Esquecer.

Eu tenho um dor de cabeça, é a pura tristeza que você nao precisa de mim. Eu quero esquecer o acontecido...